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La distorsión de la realidad en el proceso logístico

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A menudo la distorsión de la realidad significa ver la realidad a través de filtros y hacer una representación mental de aquello que ocurre a nuestro alrededor. Es también un mecanismo de defensa que se utiliza para tener una visión alterada de la realidad y que nos deriva a un diagnóstico de pérdida del contacto con la realidad. Hace poco más de un año que el mundo está lidiando con el Covid-19 y esto ha provocado un conjunto de fenómenos concatenados que nos han ido sacando de nuestra realidad mundana.

Por ejemplo, según datos oficiales, en un año, Uruguay registró unos 1.100 fallecidos por Covid-19; en el mismo período, según el Ministerio de Salud Pública, hubo 8.855 decesos por causas asociadas a problemas cardiovasculares y 8.437 debidos al cáncer (las dos causas principales de mortalidad en el país). Una de las medidas que tomó el Gobierno para frenar los contagios fue “prohibir aglomeraciones” (sin definir con exactitud el término aglomeración y su alcance): reducir la movilidad ciudadana y cerrar gimnasios, entre otras medidas. Literalmente, hace un año, cuando aparecieron los 10 primeros casos de Covid, el país se paralizo. Hoy, cuando los casos de contagios reportados por día oscilan entre 2.000 y 3.000, la movilidad ciudadana es casi “normal”, salvo medidas un tanto puntuales.

Una de las grandes recomendaciones para evitar los trastornos cardiovasculares es hacer ejercicio, pero se le pide a la ciudadanía quedarse en casa y evitar los contactos fuera de su burbuja familiar. La des-socialización provoca distorsiones de la realidad; el no estar en contacto con otros seres humanos (y ya no hablamos de seres queridos) afecta de forma muy negativa la psiquis de las personas. Otro dato importante: los casos de suicidios también han aumentado en Uruguay. Y debemos tener en cuenta el impacto que todo esto supone en el ámbito laboral y económico: personas que están en situaciones extremadamente complicadas (sin olvidar a los que viven en situaciones extremas bajo la línea de pobreza), la violencia doméstica y los niños que pierden la relación con sus pares.

Entre todo esto, explotan otros sectores y nos mata el estrés. Surgen nuevas necesidades en un público cada vez más exigente. Vemos empresas que han tenido que reinventarse y hacer una reingeniería de procesos debido al incremento en los volúmenes de ventas. De hecho, las empresas del sector económico retail tienen un crecimiento exponencial de sus actividades. Lo real y sin distorsión. Conocemos que en un año hemos pasado del auge del e-commerce y su evolución, a una tendencia que se ha instalado a nivel operativo: el q-commerce. Todo apunta a la velocidad, no solo de respuesta, sino de entrega. Antes, como algo anticuado y casi de una era paleolítica de los mercados modernos, el just in time revolucionario de los años 50 parece muy lejano. Junto con el q-commerce, la “logística de última milla” representa un desafío en sí mimo para los procesos logísticos y la ingeniería de ruteo.

Para los clientes, ya no basta y alcanza a comprar desde la comodidad de su casa; la tendencia de la demanda es comprarlo con comodidad y tenerlo ahora. Los márgenes de tiempo en cada eslabón del proceso operativo se reducen al mínimo. La coordinación entre sectores, áreas y equipos de trabajo debe funcionar como si fuera un reloj suizo: cada engranaje debe cumplir su rol, responsabilidad y tarea a un ritmo armónico. En una sinfonía existen obras con “ritmos furiosos” (como las obras de Prokófiev). Hoy los agentes logísticos están ante ese desafío de promover y provocar procesos de ritmos operativos furiosos. Y parece que no hay marcha atrás.

Mercado Libre vuelve a hacer una inversión millonaria en México y eso es un llamado de atención para muchos; no solo por lo que significa la relación de competitividad, sino por lo que representa como hecho significativo de innovación y desarrollo de procesos. Quien no se adapte a las nuevas eras comerciales y operativas pierde; es una cuestión de vida o muerte comercial. Pero, algo tan macro e imponente, cuantificado en inversiones millonarias, puede depender de algo que, a priori, supone un factor ínfimo. Esa “minúscula” variable la representa la formación y capacitación de los equipos humanos. El desarrollo del factor humano es otra inversión dentro de una ecuación enorme. El factor humano es un vector que le da sentido y dirección a cualquier acción proyectiva; sencillamente, no se puede soslayar. Evitar u omitir al factor humano es, nada más y nada menos, provocar una distorsión de la realidad del nuevo mundo operativo y comercial.

La visualización de la operativa logística desde una perspectiva sistémica dando un enfoque filosófico del proceso.